Conviviendo con el coronavirus en casa
Esta es la historia de cómo el coronavirus arruinó mis vacaciones de verano. Sí, este es un capítulo más de ‘Problemas de una chica de primer mundo.’
Todo comenzó un fin de semana. Desde el viernes esperaba ansiosa mis vacaciones, me había tocado trabajar el fin de semana y pensé: un par de días, sábado y domingo y ¡listo, nos vamos de la ciudad!
Durante los tres meses de confinamiento estricto en España, me estaba haciendo a la idea de que este año no íbamos a disfrutar del verano, pero la perspectiva cambió cuando llegó julio y me dediqué a trabajar sin descanso. Algo extra me llevaría y podríamos salir a algún sitio.
Así que, aprovechamos que los vuelos estaban baratos y compré dos billetes para viajar a Barcelona la penúltima semana de agosto. Total, para entonces no habrá tantos contagios. Qué ingenua fui.
Luego, la segunda semana de vacaciones iríamos a un hotel cerca de la playa, los precios de los hoteles también habían bajado, así que aprovechamos. Deseaba tanto estas vacaciones, primero, porque julio fue de trabajo intenso, segundo, porque es verano y en España, cuando llega el verano, quieres playa, arena, piscina y mar, luego vienen los meses de frío y por eso quieres aprovechar al máximo el calor. Y tercero, porque no salimos de vacaciones desde hace aproximadamente un año. Pensamos que era buen momento para darnos un relax.
Una vez que te he contado los antecedentes de esta historia (para darle más picantito y sazón al drama), iré por días, toma una taza de café o prepara un té y disfruta de la lectura.
Día 1
Bien, pues el sábado por la noche sentía que me iba quedando sin voz, me picaba un poco la garganta pero no le di importancia.
Día 2
El domingo estuve con tos todo el día en el trabajo, en cuanto salí y llegué a casa me sentía fatal. Comencé a tener el cuerpo cortado, me quedé afónica y de repente, como si me echaran un balde de agua fría, me dio fiebre.
Al día siguiente, salía el vuelo a Barcelona, ya habíamos hecho el check in. Sin embargo, pensé que lo más responsable era ir a urgencias.
Al llegar al hospital, tuve que entrar sola porque no dejan estar en la sala de espera con acompañantes. Un enfermero me tomó la temperatura, me preguntó los síntomas y me dirigió a la sala de espera para entrar con un médico especialista. Yo no sabía que el enfermero era enfermero, para mi todos son médicos. Bueno, entro con la médico especialista, me manda hacer radiografías de los pulmones, no tengo neumonía (afortunadamente). Le cuento mis síntomas y que sospecho que tengo coronavirus: me falta el aire, tengo fiebre, me siento agotada y todo esto con apenas un hilo de voz que me quedaba, la afonía aumentaba. El diagnóstico de la médico fue el siguiente:
No es nada, seguro una alergia o consecuencia del aire acondicionado, regresa a urgencias si te aumenta la fiebre. Ve a hacerte la PCR (prueba para la detección del coronavirus) por si acaso , pero ve a tu centro de salud.
Salí un poco decepcionada porque en realidad no me dieron nada para ninguno de mis síntomas y la médico no le dio importancia a nada de cómo me sentía. Mi centro de salud estaba cerrado porque era domingo, debía esperar al día siguiente para hacerme la PCR, por lo tanto, hasta el martes probablemente me darían cita y yo quería saber lo más rápido posible si tenía coronavirus o no, porque al día siguiente teníamos un vuelo, tenía miedo de ponerme peor. No sabía qué hacer, me sentía un poco desesperada.
Un par de horas más tarde la fiebre iba en aumento, igual que todos los síntomas. Apenas y me podía quedar de pie del agotamiento, la tos aumentaba, sin voz y los ojos me pesaban horrores. Recordé que la médico dijo: regresa a urgencias si aumenta la fiebre. Y entonces, hice caso y regresé a urgencias ese mismo día.
Aquí empieza el momento drama de la historia
El enfermero de la primera vez me reconoce, me vuelve a tomar la temperatura y me pregunta : ¿no te hicieron la PCR la primera vez que has venido?. Mi respuesta: no. Su cara fue de asombro, porque claramente me veía peor.
Vuelvo a entrar al consultorio de la médico (la misma), lo primero que me dice: ¿qué haces aquí otra vez?
Mi respuesta fue: creo que tengo los síntomas del coronavirus, me gustaría que me hicieras una prueba, necesito saberlo, me has dicho que regrese si aumentaba la fiebre y efectivamente, la fiebre va en aumento. Al menos, dame un tratamiento para la fiebre.
La médico: Ay, pero si ya todos hemos pasado por ser positivos en coronavirus y seguimos trabajando así, seguro que también lo tienes pero eres asintomática.
Sí, lo dijo: A S I N TO M Á T I C A.
Yo: No soy asintomática, tengo síntomas, de hecho, tengo todos los síntomas. El médico que me tomó la temperatura me preguntó si no me habían hecho la PCR la primera vez que vine…
La médico enfurecida se levantó de su asiento: Él no es médico es enfermero, aquí la médico soy yo y a quien tienes que hacer caso es a mí.
Yo, sin apenas voz, no tenía ganas de discutir pero saqué un poco de fuerza para responder: Pues yo tengo los síntomas del coronavirus y no me voy de aquí hasta que me hagas una PCR, no quiero esperar más porque puedo contagiar a más personas y entre más pronto lo sepa mejor.
La médico insistía, eres asíntomatica, no tienes nada. Yo por dentro, por fuera, por donde lo vieras sentía que moría lentamente, nunca había sentido tal agotamiento en el cuerpo.
Finalmente, gané la primer batalla: Te mandaré hacer la PCR en esta ocasión. La médico me lo dijo como si me estuviera inventando que me sentía mal, como si yo estuviera loca. Te repito que eres asintomática, con un Paracetamol se te quita todo.
En fin… No le di ni las gracias, tomé el papel, me salí y me hicieron la prueba del covid en un momento.
Día 3
El lunes no lo recuerdo, dormí todo el día. La fiebre seguía.
Por mi cabeza pasó el avión que teníamos que tomar ese mismo día y que llegaría a su destino sin nosotros a bordo. Perdimos ese dinero, no había nada que hacer una vez hecho el check in.
Día 4
Me llama mi médico familiar (es mi médico de siempre, aquí ya no figura la médico de urgencias) a primera hora para decirme: diste positivo en coronavirus
Me dieron la baja médica, me preguntaron con cuánta gente había estado los días anteriores. Yo sospecho que me contagié en el gimnasio donde trabajo.
Ahora tocaba cumplir cuarentena, estar aislada en otra habitación y ese mismo día el galán debía ir al centro de salud a hacerse la prueba. Sin importar el resultado, él también debía hacer cuarentena.
Cancelamos el hotel de la segunda semana. Adiós a mis vacaciones tan deseadas, adiós verano.
Día 5
El galán dio negativo. Y desde que llegamos el domingo por la noche de urgencias, hemos estado en habitaciones separadas, cuidando el aislamiento. Usando baños diferentes y manteniendo la distancia.
Yo sentía un agotamiento que jamás había sentido en la vida. Las articulaciones de las rodillas me dolían y me costaba trabajo caminar, perdí el olfato (lo supe cuando no le olía el aliento ni a mi perro Yorch), todo esto sumado al resto de síntomas.
Días 6, 7, 8 y contando
La afonía se me ha quitado, el cansancio físico es menor. Ahora solo me queda un pequeño dolor de pecho, si me muevo mucho me agito y me cuesta trabajo respirar. Me siento con los pulmones de una persona que fuma más de una cajetilla al día, no sé cómo es porque no fumo, pero me imagino que así se siente ser fumador. Definitivamente me encuentro mejor y con ánimo para compartir mi experiencia.
Me quedan unos días para continuar con la cuarentena y espero mejorar hasta sentirme bien, como mi yo de antes. Es una enfermedad extraña.
Y esta es la historia de una chica que vio arruinadas sus vacaciones de verano de un día para otro. ¿Cuál dirías que es la moraleja? Yo pienso que en estos tiempos de pandemia el mejor plan es no planear.
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